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Rumanía, expulsada del Festival de Eurovisión 2016
La Unión Europea de Radiodifusión ha expulsado a Rumanía por la elevada deuda de su televisión pública
A menos de un mes de celebrarse el Festival de Eurovisión, la Unión Europea de Radiodifusión, ente organizador del certamen, ha expulsado a Rumanía de la competición debido a la elevada deuda que su televisión pública ha adquirido con el organismo europeo. Televiziunea Romana (TVR), la televisión pública rumana, acumula un impago de más de 10 millones de euros, lo que ha supuesto su expulsión del festival, en el que iba a participar en la segunda semifinal, que tendrá lugar el 12 de mayo. La penalización supone también el acceso de Rumanía a otros servicios de la cartera de la UER, como derechos deportivos, cobertura informativa o apoyo jurídico y técnico.
"Lamentamos haber llegado a esta situación. Estamos decepcionados con que a pesar de todos nuestros intentos por tratar de resolver este asunto, no hayamos recibido ninguna respuesta por parte del gobierno rumano", ha dicho la directora general de la UER, Ingrid Deltenre.
Rumanía ya había elegido representante para el certamen musical. Ovidiu Anton iba a ser el encargado de representar al país con la canción Moment of Silence. "Un artista no debe verse envuelto en una situación así. La TVR tiene el deber de promover la música, uno de nuestros valores más importantes", había dicho el cantante cuando empezaron los rumores sobre la expulsión.
El país debutó en Eurovisión en el año 1993, y ha estado ausente los años 1995, 1997. 1999 y 2001. Su mejor puesto lo consiguió en 2010, alcanzando la tercera posición con el dueto formado por Paula Seling & Ovi. En 2005 también alcanzó el tercer puesto con la cantante Luminita Anghel.
Con la expulsión de Rumanía, finalmente serán 42 los candidatos que buscarán el triunfo en Estocolmo el próximo 14 de mayo, cuando se celebre la final del Festival de Eurovisión de 2016. Antes, las semifinales que tendrán lugar el 10 y 12 de mayo decidirán qué 20 países se suman a Suecia, anfitrión del festival, y el Big Five, formado por España, Francia, Italia, Reino Unido y Alemania, que pasan directamente a la final.
Llanto púrpura por el genio de Prince
La muerte a los 57 años del músico de Minneapolis causa una conmoción global
Permitánme usar las mayúsculas: fue el Gran Músico de su generación. Da la casualidad que Prince, hallado muerto este jueves, compartía año de nacimiento (1958) con Michael Jackson y Madonna. Como ellos, su ambición parecía ilimitada pero, en el caso de Prince Rogers Nelson, estaba respaldada por una inmensa capacidad creativa: podía grabar en solitario, tocando todos los instrumentos e incluso cambiando de voz. Era tan prolífico que acumuló centenares de temas en el archivo de Paisley Park, su Xanadu de Minneapolis.
Su paleta musical abarcaba desde el funk implacable al pop psicodélico, pasando por el rock duro; en disco, solo se le resistió el rap. La exhibición de su talento resultaba tan apabullante que, en 1977, Warner le concedió plena libertad para autoproducirse, algo impensable para un desconocido que todavía no había cumplido los 20 años. Tras cinco discos contundentes, ascendió a artista global en 1984 con Purple rain, la banda sonora de una película que mitificaba sus comienzos y la escena de Minneapolis. Le acompañaba The Revolution, significativamente una banda mixta en sexo y raza: Prince ignoraba las reglas, incluyendo las ortográficas.
Resumiendo: los ochenta fueron suyos. Michael pudo vender más discos y, sin duda, Madonna ocupó más espacio mediático pero, musicalmente hablando, nadie podía compararse con Prince. Se reinventaba con lanzamientos como Around the world in a day (1985) o Sign o’ the times (1987). Parecía multiplicarse, gracias a las canciones que interpretaban Sheena Easton, Sinèad O’Connor o las Bangles; a través de su sello, Paisley Park Records, facturaba variaciones sobre sus hallazgos y hasta rescataba a predecesores tipo George Clinton o Mavis Staples. Brevemente, pareció que el sonido del momento se cocinaba en Minneapolis, con sus discos y los que producían antiguos compañeros, como el tándem Jimmy Jam-Terry Lewis.
Pero el imperio tenía pies de barro. Convertido en director de sus propias fantasías, firmó dos películas que resultaron caprichos autocomplacientes: Under the cherry moon (1986) y Graffiti Bridge (1990). Pincharon, al igual que muchos de los discos que sacaba en su sello. Warner Music cortó la financiación y comenzó un enfrentamiento que dejó en mal lugar a ambas partes.
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